lunes, 9 de abril de 2007

Una visita inesperada

Desde que me enteré que venía la ansiedad invadió mis días. Hacía mucho tiempo que deseaba la visita del asturiano.

Después de un intento fallido por obtener entradas inexistentes, el viernes dos horas antes de que empezara el recital ya me encontraba con C. Y J. en el Harrods. Había caras conocidas, desconocidas y por supuesto indeseables.

Nacho andaba también por el lugar sacándose fotos y firmando autógrafos. Celina al llegar se lo cruzó en la puerta fumando. Me dice de ir. Prefiero quedarme. Julián también tuvo su contacto con el artista. Fue en el baño. Y según cuenta al pobre lo rodeaban algunos estúpidos que lo acosaban con sus camaritas digitales y con sus voces de ridículo fanatismo.

Nos ubicamos muy mal. No interpretamos la disposición del escenario así que cuando nos acomodamos quedamos bastante lejos.

Sale Nacho. Sólo en puntas de pie lo veo. También sale Xel Pereda, a quien no veré en toda la noche por culpa de la columna. Empieza a cantar, es “Noches Árticas”. Me emociono, quiero llorar, quiero que el tiempo se detenga. Me encanta ese disco, me encanta esa canción, me encanta la voz de Nacho en vivo. La gente empieza a gritar, que se sienten todos, que se corra el pelado de la cámara. Me distraen pero trato de evadirme de esa realidad monstruosa para poder seguir viviendo en la realidad mágica de las noches árticas.

Luego sigue “La Pena o la nada”. Me dejo arrastrar por la letra y la melodía. Trato de no escuchar el murmullo que invadía la atmósfera. Toca una canción tradicional asturiana y luego cuenta una anécdota de una azafata. No logro entender lo que dice. A mi alrededor todos hablan. En ese momento pienso que si pudiera los mataría. Sé que esa historia se conecta con la canción que inmediatamente empieza a tocar: “Michi Panero”. Me divierto, esa canción me trae buenos recuerdos.

Como muchos esperaban suena la canción que él canta con Bunbury. Empiezan las palmas y pienso: esto ya es demasiado. Me gustó como le quedó el tema en solista.

Termina. Pienso que no va a volver, medio que me corro para atrás. Vuelve. “El extranjero” (Leonard Cohen) es la canción elegida. En ese momento yo no quiero matar sólo a los imbéciles que hablan y preguntan quién es el que canta, sino también a unos de prensa que no paran de charlar y reírse.

Nuevamente termina. Ya no tengo esperanzas. Mal hecho: “En el jardín de la duermevela”. La disfruto, canto el estribillo. Odio cantar, odio que canten. No me pude resistir.

Pese a que había mucha gente de mierda, maleducada, irrespetuosa, estúpida, escuchar a Nacho en vivo fue muy lindo. Me quedé con ganas de más. Ojalá no pase mucho tiempo para que regrese.